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Rosanna Di Turi

Los esmeros del cacao de Chuao

Por Rosanna Di Turi (@Rosannadituri) 

Fotografía Javier Volcán (IG: @jdvolcan)

En un paisaje casi irreal crece el cacao de Chuao ajeno a su fama planetaria. Para llegar a este poblado de la costa de Aragua, se puede cruzar en peñero el mar esmeralda desde Puerto Colombia en Choroní, subir de pie en un transporte colectivo bajo la sombra de esa vegetación espléndida que comienza justo donde termina la playa y llegar a este pequeño poblado que recibe con su conocida iglesia.

Al atravesar el río, aguardan esas maracas, rodeadas de vegetación, cuidadas por la sombra de árboles centenarios y con la brisa del mar cercano. Que este cacao tenga una calidad célebre en el planeta y denominación de origen quizá se deba a lo generoso de esa geografía. A la calidad genética de sus cacaos. A los esmeros que recibe por tradición en este lugar donde la comunidad se encarga desde hace décadas de La Hacienda.

Ahí, un grupo, en su mayoría de mujeres, se dedica a cosecharlo —usualmente— cantando. Lo fermentan durante una semana en un pequeño cuarto de una casa colonial y lo cubren con hojas de plátano. Luego lo llevan en cestas para que se seque paulatinamente bajo el potente sol de Chuao, frente a la bendición de la iglesia, en una escala determinada por el tipo de piso que hay frente a ella. “Hay un piso rústico donde se seca el primer día. Después se pasa al semirrústico y luego al liso”, cuenta Isora Chávez, con la propiedad de quien sabe por qué lidera esas faenas.

Allí, mujeres de Chuao lo extienden en círculos mientras le cantan. De noche, lo guardan sobre pisos de madera. En una máquina que llegó de París en una fecha que nadie recuerda, van seleccionando los granos según su tamaño. Ese cacao anhelado en todo el planeta, cuyo nombre se multiplica en más chocolates de los viables, lleva posiblemente en su calidad un ingrediente intangible que explica esos esfuerzos. “A ese cacao le damos el amor que les ofrecemos a nuestros hijos. Aquí estamos pendientes de que los turistas no lo toquen si traen repelente puesto. Le cantamos”.

En Chuao, en sus fiestas y velorios, comparten el chocolate caliente hecho de su cacao. Algunas casas venden panelas, muy sencillas, envueltas en aluminio, con ese ingrediente que muchos chocolateros del mundo anhelan en sus recetas

 

Por Rosanna Di Turi González

Periodista especializada en gastronomía, editora de esta página. Convencida de que nuestros sabores son un gustoso lugar de orgullo y encuentro para este gentilicio. Fue gerente editorial de la revista Todo en Domingo de El Nacional y autora de los libros ABC del Vino, Ron de Venezuela y El legado de Don Armando. Twitter: @Rosannadituri

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