Ella encarna la tercera generación de caficultores en Boconó que aspira a que la cuarta también pueda dedicarse a cosechar el buen café que se puede lograr en Venezuela. Por ello apuesta a enfrentar los desafíos de estos tiempos complejos de la forma qua aprendió en casa. “Con mucho trabajo”.
En Boconó, del estado Trujillo, a 1.250 metros sobre el nivel del mar, cosechan el café de manera artesanal y orgánica. “No raspamos los frutos. Se cosechan solo los que están rojos y si se viene alguno pintón, no lo mezclamos para que el café luego no presente acidez”, cuenta y explica un cuidado justo y necesario que por falta de incentivos económicos se ha convertido en una práctica escasa.
Ese café, cuenta, lo lavan con agua de manantial y lo secan en patios
“Hay que cuidar que no se moje con la lluvia. Es como un bebé alimentado con leche materna. Todo es muy natural”. Luego, ellos mismos lo tuestan y comercializan con el sello de Café Saco de Oro que a toda honra lleva en la etiqueta el anuncio de que es “100% artesanal”.
Escuchar a De Palma es entender el momento exigente que le toca a los caficultores, cercados de limitaciones. Pero también se entiende el convencimiento de quienes creen en lo que puede dar el café venezolano cuando es tratado como lo merece. “Nuestra producción es pequeña y el café se cosecha una vez al año. Este año la producción fue baja. Cada día es más restringido y hay gente que está abandonando las fincas”. Ellos siguen en su empeño en una tierra benigna. Sus granos hablan de esa tenacidad.
El Café Saco de Oro, se consigue en Hannsi de El Hatillo, en las tiendas del Aeropuerto Internacional y en fecha especiales en Topotepuy donde lo venden ellos mismos.