En uno de sus recorridos por Venezuela se preguntó por qué no traer las delicias que conseguía en sus viajes, para ofrecerlas en la capital. Así, en 2013 y junto con Luis Branger decidió darle forma a SpicyPau, que comenzó distribuyendo las mermeladas y picantes elaboradas artesanalmente en Mérida por Las Catalinas.
En ese ensayo descubrió que proponiendo un cambio de empaque, con su propio sello, quizá esos sabores tendrían más alcance. Y así fue. “Decidimos ofrecerlos con una imagen muy limpia, donde se ve el producto y se dice quién lo hace. Le dio un gran impulso”.
Con esa misma fórmula siguió recorriendo el país en la pesquisa de buenos sabores. Gracias a su alianza con la familia Garrido, en Amazonas, empezó a ofrecer picante de catara y más recientemente, mermeladas de frutas amazónicas con mucho que brindar: copoazú, tupiro o manaca.
De Araya se trae huevas de lisa y planea envasar en tubos de ensayo sabores venezolanos como lo hace con distintas especias. “La idea es tender un puente entre productores de las regiones y los consumidores en Caracas”. Esa dinámica, en la que ya suma dos años, le ha enseñado varias cátedras. “En esto hay que adelantarse a los problemas y pensar las soluciones. Hay que tener mucha rapidez mental”.
Ella mantiene su propio credo y lo comparte: “Creo en esto, tengo fe en el país y no temo. Hay que concentrarse en un punto que te haga feliz y trabajar mucho”. Y alimenta su entusiasmo con varias convicciones. “Tenemos gente muy bella. Productos por potenciar. Te das cuenta de que a pesar de todas las dificultades, el país tiene muchas ganas. Que el venezolano tiene madera fina. No se rinde fácilmente”.
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