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Los sabores de Eli Bravo

De pequeño el plato favorito de Eli Bravo era kibbe crudo. Quizá sorprenda a quienes dan por sentado que el conocido comunicador, quien ahora levanta su cruzada de bienestar a través de Inspirulina.com, es vegetariano sin cortapisas. Él lo aclara de entrada: si bien ha tenido momentos en los que ha eliminado la carne de su dieta, ahora se confirma “flexi-vegetariano”: “Priorizo los vegetales, y si voy a comer carne,  la primera opción es pescado”. Eso sí, le encanta hacer parrillas y cuando decide comer carne, le gusta encarnada. Roja. Quizá en recuerdo del kibbe crudo que comía de pequeño gracias a su tío diplomático.

La infancia de sabores de Eli Bravo es esa gustosa mezcla que se suele dar con absoluta naturalidad en Venezuela, sin que nadie se asombre de esa diversidad en la mesa. “Mi familia es venezolana con raíces isleñas y libanesas”, recuerda la particular alquimia que se dio en su caso. Por ello, creció comiendo arepas con perico, hígado encebollado y pabellón, pero también los platos libaneses con menta y el gusto del trigo partido. Sabores árabes que le venían de su madre y su abuelo materno, Abelardo Raidi, “famoso en la radiodifusión de los años 50 y tío de Abelardo Raidi”.

Su abuela paterna, por su parte, merece también varios elogios superlativos, en ese memorial de sabores. “Hacía el mejor arroz blanco del mundo. También el mejor quesillo: con una consistencia y un melao insuperables. Y con huequitos. A mi lisito no me encanta”, dice y se sitúa en una de las dos bancadas que existen entre los que aman el quesillo.

A esa inédita conjunción se sumaron más sabores. Durante un tiempo de su infancia, Eli vivió en Maracaibo y tuvo una nana guajira que se encargó de dejar un sello indeleble en su memoria gustativa.  “Allí crecí comiendo plátanos todos los días”.

Obviamente se sumó también al repertorio el cepillado y la mandoca maracucha. “En casa de mi familia somos muy comelones. Un día eran milanesas, otro pabellón y al siguiente, crepes”, cuenta de esa sabrosa mezcla que se da con absoluta naturalidad en estas tierras.

En Miami, donde actualmente vive, se suele encargar del desayuno de sus dos hijas pequeñas y lleva a la mesa compartida parte de ese historial de sabores. Allí perpetúa el rasgo insigne de los venezolanos: “Les preparo arepas una o dos veces por semana. A veces también las caraotas negras como las hace mi mamá que son deliciosas: tienen un poquito de dulce, pero quizá son más saladas que las de Don Armando Scannone”, cuenta en ese rango de matices que puede darse ante estas monarcas morenas.

En una época, cuando cocinaba con más frecuencia, apostaba por recetas tailandeses que aprendió en uno de los viajes del nutrido equipaje planetario de quien ha conseguido en ellos  un camino a sí mismo. “Me encanta la cocina asiática. Después de la latina, es la que más gusta”. Por ello, entre su repertorio de platos propios, se cuenta el curry y una ensalada de tallarines celofán con camarones secos.

Ahora mismo le gusta y se precia de sus destrezas ante la parrilla,  aunque cuando la prepara come los vegetales asados. Su relación con la carne ha pasado por varias etapas bien definidas. “Cuando comencé a vivir con Gabriela ella era vegetariana y comenzamos los dos a serlo. Pero ya no soy militante”. Pero luego pensó que ser vegetariano lo limitaba y decidió flexibilixar su credo.

En esta etapa de su vida, en la que el proyecto que lo ocupa tiene como propósito el bienestar, la alimentación obviamente pasa por ese tamiz de conocimiento. “Ahora procuro llevar una dieta consciente, ecológica y responsable. Escojo, por ejemplo, los pescados que voy a comer. Antes comía el sea bass chileno. Ya no: en 10 años casi acabaron con él”.

Cuando llega a Venezuela hay sabores que le resultan ineludibles. “Siempre busco las cachapas con queso telita y los cachitos de jamón. Son unicos y no hay en otro lado”. Hay también lugares que procura tener en el recorrido. “En el Orleón de los Palos Grandes, pido jugó de guayaba y arepas fritas. Busco comida venezolana. Habitualmente paso por El Comedor del ICC: Es una maravilla”. Pero hay algo que representa para él, el sabor de Venezuela: “Las cachapas de Alvarito en el pueblo de Choroní. Tiene toda la vida. Son maravillosas”.

Al final se precia de haber logrado un balance deseado. “Me encanta comer. Lo disfruto y conseguí cómo disfrutarlo y no engordar. De eso se trata comer sano”.

*Eli Bravo recomienda dos autores para aprender a comer mejor: Micheal Polland, autor de Food Rules quien dice: “Come. No demasiado. Mayormente plantas”, y Mark Bittman, crítico de The New York Times, activista de la buena alimentación.

 

Por Rosanna Di Turi González

Periodista especializada en gastronomía, editora de esta página. Convencida de que nuestros sabores son un gustoso lugar de orgullo y encuentro para este gentilicio. Fue gerente editorial de la revista Todo en Domingo de El Nacional y autora de los libros ABC del Vino, Ron de Venezuela y El legado de Don Armando. Twitter: @Rosannadituri

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