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Los chocolates de Amanda

Amanda de García tiene 72 años y una vitalidad que contagia. A los 62, luego de haber tenido una floristería, decidió comenzar una nueva vida, cuando otros piensan en retirarse.

“En Barlovento vi que mucha gente dejaba el cacao para sembrar otras cosas como el plátano”. Ella pensó que dedicarse a esta maravilla era una buena manera de retribuirle a este país la educación de sus seis hijos. Y comenzó el empeño y la pasión que ahora celebra.

La artífice de chocolates Mis Poemas daría con el propósito que ahora la ocupa. “A una edad en la que muchos se enchinchorran, yo me levanto con agenda para hacer mis chocoolates”, contó en el encuentro de chocolateros que el pasado 19 de abril organizó María Fernanda Di Giacobbe de Cacao de origen en la Hacienda la Trinidad. Allí, junto a la invitada francesa, la experta en chocolates Chloe Doutre-Roussel, varios chocolateros locales compartieron sus historias de tenaciadad. Y Amanda de García conmovió con la suya.

Desde el principio, Amanda no entendía como si el cacao de Venezuela se considera el mejor del planeta, los esmeros de cosecharlo se pagan tan mal. Entonces se plantó ante el gobernador de aquel momento, Enrique Mendoza y le planteó: “Tenemos tan buen cacao y resulta que lo mandamos afuera y nos llega en chocolates caros envueltos en papeles de colores.  Porqué no hacemos el camino al revés. Y hacemos nuestros chocolates?”.

Elaborar chocolates requiere de máquinas que no tenía y que esperó buen tiempo. LLegaron algunas, insuficientes para su cruzada. Por fortuna, llegó a su casa y familia, Simón Pérez, quien con sus conocimientos y vocación de  inventor, ayudó a crear las máquinas necesarias que ahora usa para hacer sus chocolates Mis poemas: la prensa, el conchador, la trilladora.

Con estas herramientas, Amanda elabora chocolates 75% de cacao, o el Barlovento fino con 60%. “Todos orgánicos”. Sus chocolates tienen etiquetas en español e inglés y hay quienes hacen el periplo para llegar a su casa a buscarlos. Ellos deshidratan las frutas que utilizan como rellenos. Vencen la adversidad de lograr permisos o de reponer las plantas que se lleva el río. Pero no descansa en su dulce cruzada. “De mi casa a la chocolatera hay 165 pasos. Yo los hago todos los días. No me siento más joven y me duele todo, pero le doy gracias a Dios de poder hacer estos chocolates. Es fascinante”

Por Rosanna Di Turi González

Periodista especializada en gastronomía, editora de esta página. Convencida de que nuestros sabores son un gustoso lugar de orgullo y encuentro para este gentilicio. Fue gerente editorial de la revista Todo en Domingo de El Nacional y autora de los libros ABC del Vino, Ron de Venezuela y El legado de Don Armando. Twitter: @Rosannadituri

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